¿A dónde van los tapones que guardamos en casa?
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Particulares y asociaciones benéficas recogen tapones de plástico para venderlos
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Están fabricados con un polímero de alta calidad y son fáciles de almacenar
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Se puede llegar a pagar entre 150 y 200 euros por una tonelada de estas piezas
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La popularidad de la recogida está empezando a saturar el mercado
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La tragedia de Alcalá ha llevado a alguna empresa a replantearse el negocio
Muchas familias guardan los tapones para entregarlos a alguna
El reciclaje del plástico no es sólo una cuestión de conciencia
medioambiental. Puede ser también un negocio. Y rentable. A la recogida
tradicional de los envases que se depositan en los contenedores
amarillos se ha unido en los últimos años la recuperación selectiva de
tapones. El número de empresas que los recogen para su reciclaje y
manufactura crece constantemente debido a la rentabilidad del negocio. Pero, ¿por qué tapones? ¿Qué los distingue del resto de envases o productos plásticos?
La clave está en que se trata de polímeros de mejor calidad, al tiempo que su toxicidad es menor. Se trata fundamentalmente de polietilenos y polipropilenos, cuyo reciclado es más sencillo porque son un producto más uniforme. Pero además, el volumen final de recogida es menor que en el caso de otros envases de mayor tamaño, por lo que su manipulación es más sencilla, además de que suelen llegar más limpios y con menos residuos.
Tras su reciclaje se fabrica granza, una materia prima que sirve para elaborar productos como cajas (para frutas y hortalizas), revestimientos o aislantes.
Hasta las instalaciones de esta empresa sevillana llegan cada vez más interesados en vender tapones para recaudar fondos, aunque reconoce que no es un negocio tan sencillo. "Genera mucho trabajo a los que los recogen, pero también a nosotros, que tenemos que someter a los tapones a un proceso de triturado y lavado para salvar la materia que luego servirá para fabricar otros derivados del plástico", prosigue.
No obstante, pese a lo costoso del proceso, las cuentas salen. Una empresa como Plásticos Díaz Cabellos compra la tonelada de tapones por 200 euros. Tras su tratamiento, la compañía la vende por 400 euros. El año pasado compraron entre 500 y 600 toneladas de estos pequeños tesoros.
Y es que la proliferación de empresas que comercian con polímeros ha provocado cierta saturación en el mercado. "Antes era más rentable, porque el plástico que sacábamos tras el reciclaje tenía más salida, pero ahora cada vez hay más empresas que se dedican a ello y muchas veces nos encontramos con varias decenas de toneladas en stock que no se venden y por las que nosotros ya hemos pagado", explica Alberto Díaz, de Plásticos Díaz Cabellos.
Conviene subrayar que el agente contaminante que envenenó a la familia de Alcalá no está vinculado al tapón en sí mismo, sino a la sustancia que contenía el envase original y que impregnó los tapones. Se trata del fosfuro de aluminio, un plaguicida que, en contacto con el agua o la humedad, se transforma en un gas muy tóxico llamado fosfina, que provoca la muerte en pocas horas. El fosfuro de aluminio no forma parte de los productos que habitualmente se encuentran en una vivienda, de donde sale la mayoría de estos tapones.
En cualquier caso, lo cierto es que estos pequeños plásticos son una fuente de ingresos para campañas benéficas, como la puesta en marcha por la Asociación de Tapones Solidarios del Sur, en colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla el año pasado a favor de Carlos, un niño sevillano de 3 años con síndrome de Dravet, una enfermedad rara, o el exitoso caso de Aitana, una niña con una cardiopatía congénita que consiguió los 135.000 euros necesarios para operarse en Boston.
La clave está en que se trata de polímeros de mejor calidad, al tiempo que su toxicidad es menor. Se trata fundamentalmente de polietilenos y polipropilenos, cuyo reciclado es más sencillo porque son un producto más uniforme. Pero además, el volumen final de recogida es menor que en el caso de otros envases de mayor tamaño, por lo que su manipulación es más sencilla, además de que suelen llegar más limpios y con menos residuos.
Tras su reciclaje se fabrica granza, una materia prima que sirve para elaborar productos como cajas (para frutas y hortalizas), revestimientos o aislantes.
Más calidad y menos tóxico
Su facilidad de recolección fomenta que haya tanto particulares como empresas o asociaciones benéficas dedicadas a su recogida para su posterior venta. La empresa Plásticos Díaz Cabellos S. L., de Alcalá de Guadaíra, dedica parte de sus esfuerzos a la compra, reciclaje y venta de tapones. "Llevamos un año desarrollando esta línea de negocio y ya supone el 20% del total que genera la compañía", explica su gerente, Alberto Díaz.Hasta las instalaciones de esta empresa sevillana llegan cada vez más interesados en vender tapones para recaudar fondos, aunque reconoce que no es un negocio tan sencillo. "Genera mucho trabajo a los que los recogen, pero también a nosotros, que tenemos que someter a los tapones a un proceso de triturado y lavado para salvar la materia que luego servirá para fabricar otros derivados del plástico", prosigue.
No obstante, pese a lo costoso del proceso, las cuentas salen. Una empresa como Plásticos Díaz Cabellos compra la tonelada de tapones por 200 euros. Tras su tratamiento, la compañía la vende por 400 euros. El año pasado compraron entre 500 y 600 toneladas de estos pequeños tesoros.
Saturación del mercado
Otras empresas como la malagueña Replasur ofrecen algo menos, unos 150 euros por tonelada, pero igualmente reciben multitud de solicitudes, hasta el punto de que han decido ceñirse a colaborar con asociaciones benéficas, a las que solicitan un justificante del destino final de los fondos recaudados, ya que luego les cuesta encontrar interesados en la granza.Y es que la proliferación de empresas que comercian con polímeros ha provocado cierta saturación en el mercado. "Antes era más rentable, porque el plástico que sacábamos tras el reciclaje tenía más salida, pero ahora cada vez hay más empresas que se dedican a ello y muchas veces nos encontramos con varias decenas de toneladas en stock que no se venden y por las que nosotros ya hemos pagado", explica Alberto Díaz, de Plásticos Díaz Cabellos.
La tragedia de Alcalá de Guadaíra
Otro de los factores que ha jugado en contra de esta industria es la reciente muerte de tres miembros de una misma familia en Alcalá de Guadaíra, intoxicada por unos tapones que guardaban en un baño de la casa que habitaban. "Ha sido una tragedia. Ya explicamos a la Policía que esta familia traía plásticos a nuestra empresa para reciclar, pero casi nunca nos vendía tapones y si lo hacían era en cantidades muy pequeñas", lamenta el gerente de Plásticos Díaz Cabellos, de la que era proveedor el padre de esta familia y que no se explica de dónde pudieron sacar los tapones que les costaron la vida. De hecho, otras empresas similares en la provincia, como Interplasa, en Écija, han dejado esta línea de negocio tras conocer el drama de la familia alcalareña.Conviene subrayar que el agente contaminante que envenenó a la familia de Alcalá no está vinculado al tapón en sí mismo, sino a la sustancia que contenía el envase original y que impregnó los tapones. Se trata del fosfuro de aluminio, un plaguicida que, en contacto con el agua o la humedad, se transforma en un gas muy tóxico llamado fosfina, que provoca la muerte en pocas horas. El fosfuro de aluminio no forma parte de los productos que habitualmente se encuentran en una vivienda, de donde sale la mayoría de estos tapones.
En cualquier caso, lo cierto es que estos pequeños plásticos son una fuente de ingresos para campañas benéficas, como la puesta en marcha por la Asociación de Tapones Solidarios del Sur, en colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla el año pasado a favor de Carlos, un niño sevillano de 3 años con síndrome de Dravet, una enfermedad rara, o el exitoso caso de Aitana, una niña con una cardiopatía congénita que consiguió los 135.000 euros necesarios para operarse en Boston.
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