Pequeña gran historia sobre las bragas
Exclusiva de los hombres durante mucho tiempo, la
braga se convirtió en un accesorio femenino hace apenas 50 años. Tras
haber sufrido largo tiempo los inconvenientes del descuido higiénico,
las mujeres pudieron finalmente conquistar el derecho a estar cómodas,
lo que provocó, paralelamente, que los hombres fantasearan con esta
pieza de enorme poder erótico.
De la braga masculina a la femenina
Prueba de que la braga fue originalmente una prenda masculina es la existencia de frases como “es un hombre bien bragado”, que hace referencia a la valentía, relacionada siempre con lo que las bragas cubren. Los primeros ejemplares fueron, en verdad, pantalones ajustados hasta las rodillas, debajo de los cuales no se llevaba nada. Así, los miembros de ambos sexos debieron contentarse, hasta el siglo XVIII, con utilizar camisas largas que cubrieran las partes íntimas (o enaguas bajo los miriñaques en caso de las mujeres nobles). Por aquel entonces se creía que la ropa interior ajustada era vulgar y poco higiénica; además, médicos insistían en la importancia de mantener “aireada” la zona íntima, para evitar contraer enfermedades. Sólo las señoras mayores, los obreros y los niños llevan ropa interior, para protegerse del frío.En el siglo XIX, la moda y las teorías higienistas impusieron a todos el uso de pantalones cortos debajo de la ropa. Posteriormente, la necesidad de desempeñar tareas cotidianas cómodamente hizo que éstos fueran cada vez más ajustados. Fue el señor Valton quien, a comienzos del siglo XX, fabricó los primeros pantalones cortos y ajustados, muy semejantes a las actuales bragas. Sin embargo, el invento no impidió que las mujeres siguieran llevando “bragas” largas hasta la llegada de la segunda guerra mundial.
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Objeto de todos los deseos
Así pues, no fue hasta los años cincuenta que la verdadera braga de algodón se popularizó, al igual que los pantalones, que las mujeres adoptaron encantadas. Las marcas comenzaron a proponer todo tipo de modelos y tejidos y, en poco tiempo, esta prenda íntima devino un objeto de seducción. La lencería de encaje, por ejemplo, reemplazó definitivamente la que usaban las abuelas. En los años ochenta apareció la tanga y, después, otras versiones de la braga que han terminado de diversificar el mercado de la ropa interior.Pese a las modas, que van y vienen, la braguita de algodón sigue siendo un clásico que, además, estimula la imaginación de los hombres. Para los más fetichistas se trata de un objeto de deseo más codiciado que la mujer misma. Son muchos los que las coleccionan y gozan oliéndolas… Una manía que se asemeja a la misofilia, la atracción por las cosas o las mujeres sucias. Sin embargo, el amor por las braguitas se relaciona más frecuentemente con las primeras emociones sexuales, que tratamos de volver a vivir a lo largo de toda la vida.
En Japón, las braguitas son un objeto de culto e idolatría. Es posible encontrar en el archipiélago máquinas expendedoras de bragas sucias… El súmmum de la manía es, no obstante, la colección de prendas íntimas con rastros de flujo femenino. Semejante atracción ha de responder al hecho de que durante muchos siglos las mujeres debieron conquistar su derecho a la comodidad y la higiene. Una batalla que terminó materializándose en una prenda de algodón de apenas unos centímetros: ¡la braga!
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